Fletes por las nubes, puertos al límite de su capacidad de carga, retrasos… si en 2020 el sector marítimo se vio severamente trastocado por los efectos de la COVID-19, 2021 es el momento de poner todos los esfuerzos en una salida de la crisis pandémica que aún presenta desafíos.
Suben las tasas de carga
El problema más generalizado del sector es el aumento de las tasas de carga en Estados Unidos, Europa y Asia, que viven una tendencia alcista sin parangón. Así lo recoge el Índice Mundial de Contenedores de Drewry, que se situó en julio en los 8.399 dólares/FEU (7.099 euros).
Esta cifra supone un ascenso del 4,2% respecto del mes anterior, pero acumula un incremento del 346% frente a 2020. La media anual se sitúa en los 5.643 dólares, un 180,04% por encima de la de hace cinco años.
Estas cifras tan desorbitadas se deben a la continua interrupción de las cadenas de suministro mundiales, marcada por la elevada demanda de tráfico de contenedores, la congestión de los puertos estadounidenses, el aparatoso bloqueo del Canal de Suez o el incremento en los precios de los combustibles y el bunkering.
En este caso la culpable es sobre todo la interrupción del tráfico en el puerto chino de Yantian, debida a un nuevo brote de COVID-19, pero no hay que olvidar que las tasas de los fletes ya estaban desproporcionadamente altas.
Combustibles caros y récord de demoras
Por si fuera poco, el último informe Global Liner Performance (GLP) de Sea-Intelligence, refleja que el nivel de retrasos en 2021 ha sido el más alto para todos los meses en comparación con los años anteriores.
Así, el retraso medio de las llegadas de los buques con demora sigue en niveles muy altos, llegando a los 6 días. Esto ha provocado que, en promedio anual, la fiabilidad de los horarios haya caído en nada menos que un 36%. Y se trata de una situación coyuntural que afecta a todos los transportistas.
Inversiones para una resiliencia compartida
El pasado junio, en la sesión regional europea de la Conferencia Mundial de Puertos de la IAPH, se puso de relevancia que cualquier fenómeno distorsionador que afecte a un país o empresa impacta al resto de la cadena.
Esta lección, aprendida tanto de la crisis pandémica como del colapso en el canal de Suez, nos lleva a la necesidad de invertir en ecosistemas portuarios más capaces de hacer frente a adversidades de todo tipo. Hablamos de inversiones basadas en buenas prácticas y soluciones digitales que mejoren la resiliencia de toda la cadena de suministro.
Para ser más resilientes, los puertos deben optimizar su eficiencia con herramientas como la navegación just-in-time, invirtiendo en digitalización y como no, en equipamiento que ayude a agilizar las maniobras en puerto.
Otra de las realidades obvias es la creciente importancia de la cooperación entre los diferentes actores de la cadena de suministro. Esto supondrá crear redes de conocimiento compartido que ofrezcan una mayor transparencia en la información y una mejora de la trazabilidad que ayude a garantizar la cadena de suministro.
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